jueves, 5 de junio de 2008

Adioses y bienvenidas




Esto debe tener un nombre académico y de seguro lo estudian psiquiatras y psicólogos como un raro desorden mental: Soy big-big fan de las señales. Las veo dondequiera.

De chiquita me paraba en la puerta de mi casa y esperaba a que Lindo Pulgoso, mi perro, se me adelantara a la banqueta. Si daba vuelta a la derecha, significaba que esa tarde jugaríamos con el Güerito de al lado. Si Lindo Pulgoso se iba hacia la izquierda, quería decir que iríamos a casa de Panchita, la vecinita con el pelo más rabiosamente rizado que conocí jamás.

Cuando adolescente, buscaba algún detalle significativo entre los chicos con los que coqueteaba en la escuela. Hubo uno al que todas le sacaban la vuelta, con el que salí a bailar una vez únicamente porque tenía una uña morada en el anular, igualito que yo -me acababa de prensar la uña de ese mismo dedo con la puerta de mi cuarto-. Y así por el estilo: puras señales.

Sí, estoy de atar, ya lo sé, pero desde hace días me persigue otra de esas señales, en diferentes versiones claro está: Una indicación para vencer -o al menos sortear con más o menos gracia- a la maldita infertilidad. Que si visualizaciones para la ovulación, afirmaciones y decretos de que soy prolífica como coneja y que el Universo va a conspirar para producirme un embarazo, que si esto y aquello y lo de más allá...

Y bueno, voy a hacerlo con entera convicción, pero sin dejar de ir con el médico. En este momento, con el notario apuntando en su libreta y varios testigos de calidad -una quesadilla con salsa, mi botella de agua, el montón de trabajo acumulado y una engrapadora de origen desconocido que anda por aquí de visita-, me despido definitivamente de la infertilidad, esa incómoda compañera que tantos malos ratos me ha hecho pasar pero que, a la vez, me ha enseñado muchísimo.

Ya la toleré mucho tiempo, pero es hora de dejarla ir y que me deje ir también. Y si la vi alguna vez, si la sufrí, ya no me acuerdo. Así que

ADIOS

A partir de hoy, me declaro fértil, me visualizo fértil, con tamaña panzota de embarazo, me decreto fértil, me siento y me creo fértil, así que ora el Cosmos tendrá que cumplirme o dejarme como estatua.

Declaro que son bienvenidos a esta casa los niñitos que quieran venir a colmarnos las vidas con la suya; declaro que los invito y los espero, a uno, a dos, tres, los que deseen venir y permitirnos ser sus padres, para reconocernos por fin físicamente, aunque yo tengo muy claras sus caritas, gustos, habilidades y aficiones. Sé de qué color y forma son sus ojos, las bocas y las orejitas de cada uno, así que les pido que vengan para comprobar que los sueños son visitas a esa otra dimensión real que habitamos sin darnos cuenta.

Por tanto y como preámbulo, le anuncio a mi viejo lobo de bar que son bienvenidos los arranques de pasión a cualquier hora del día, de la noche o por las madrugadas; declaro bienvenidas a las ovulaciones espontáneas (si son mono-ovulaciones, mucho mejor, aunque no me pongo los moños), las concepciones estimuladas por el amor y las implantaciones limpias y sólidas en el sanísimo fondo uterino que tengo y merezco.

Doy la bienvenida a náuseas matutinas, mareítos felices, al sueño reparador para construir los tejidos de mi hij@, a los cólicos ocasionales y a los piquetes en el vientre, señal de que mi bebé crece y crece y se hace fuerte y ya está en camino de tener la estatura de su padre, y sus ojos y sus manitas de dedos y uñitas perfectas, como las de su hermano.

Declaro que soy la mujer más feliz, la esposa más feliz, la madre más feliz, porque mi esposo y mis hijos están conmigo, uno aquí, dos en el Cielo y los demás ya invitados y en vías de ser reales. Los quiero a todos.

PD: Y después de los tres gorriones que acaban de romper cascarones en una esquina de mi ventana, y de las dos micromanchitas que parió anoche nuestra gatúbela veloz, La Mancha Voraz, que nadie venga a decirme a mí que estos nacimientos no son una señal.